martes, 26 de mayo de 2009

UNA VIDA LABORAL COMPLETA (I parte)

Una persona que conozco llegó a decirme una vez, cuando estaba viviendo una etapa complicada, que después de todas las experiencias, alguna de ellas tremendas, por las que le había tocado pasar a su tierna edad, podía decir con seguridad "yo he vivido".



Bueno, pues algo parecido podría decir yo, refiriéndome al aspecto laboral.En mis apenas 22 años, camino de 23, he realizado varios trabajos, todos muy variopintos, con la excusa de ganarme un dinero en verano.



La verdad es que además lo hacía por no aburrirme, porque el verano da para mucho, tanto para descansar como para salir con tu gente.


Y diréis, ¿ a cuento de qué viene ahora remover el pasado? Pues veréis, hace unas cuantas semanas, tuve una entrevista con un directivo de recursos humanos de una importante empresa de mi sector, cuyo nombre mantendremos en el anonimato... de momento.

Anteriormente ya había pasado por una entrevista técnica, pero ahora se trataba de echar un vistazo a mi hoja de vida y conocerme personalmente.Con mi curriculum como guión recorrimos mi corta pero intensa vida profesional, finalizando en mi periplo como becario.

Las circunstancias de cómo conseguí la entrevista y demás detalles los reservo para otro día, porque no conviene adelantarse a los acontecimientos.

Lo que importa ahora es que esa entrevista hizo que recordara los muchos acontecimientos que llenan esos veranos trabajando en sitios tan dispares, que no tenían nada que ver los unos con los otros, salvo claro está, que todos pertenecían al sector servicios.

La nostalgia de todas esas vivencias ha hecho que quiera abrir el baúl de los recuerdos y comparta con vosotros aquellas anécdotas que creo merecen ser dignas de contar.

Así pues comenzamos:Para ello tenemos que retroceder en el tiempo cinco años atrás, verano del 2004.

Acababa de terminar con éxito el bachillerato, y aunque no me gustar alardear ni airear mis notas, os diré que me concedieron la matrícula de honor.Os cuento esto no por presumir, nada más lejos de mi intención, sino porque supuso una gran sorpresa para mí que me la concediera, ya que en mi promoción había bastantes alumnos brillantes, y el Estado sólo permite conceder una matricula por cada 20 alumnos.Como en total sumábamos 100, había un máximo de 5 matricular a otorgar... pero los candidatos a ellas superábamos la cifra, así que algunos se quedarían sin ella.

Cuando me entregaron las notas, el director, que además era mi tutor ese año, me entregó el sobre con la carta de la matrícula y me dio la enhorabuena.Más tarde supe que la competición estuvo reñidisima porque el claustro tuvo que votar varias veces para ponerse de acuerdo de a quién concederían la matrícula, pero por lo visto conmigo lo tuvieron claro, y como curiosidad hay que decir que fui el único varón que recibió matrícula ese año, las cuatro restantes era chicas, y un par amigas mías.

Al grano.Con la matrícula en mis manos, ya no tenía que preocuparme por las tasas del primer año de carrera, ya que con ella, me regalaban el primer año de universidad.Aún asi, solicité la beca del Ministerio, por si acaso.

Y de todas formas, como soy previsor, ese año contaba con poder trabajar en lo que fuera y ganar algún dinero para tirar en el invierno, no quería dejar nada a la suerte.Además, mis padres no podían ayudarme a pagar la carrera, asi que en ese sentido estaba sólo.La cuestión era ¿de qué trabajar?

Era la primera vez, y no sabía dónde echar.Por aquella época todavía era menos, cumplía la mayoría de edad en julio, y eso podía ser un inconveniente.

Pero la suerte me sonrió, y una tarde, cuando mi madre llegó de trabajar me dijo que se había encontrado con la farmaceútica de nuestra farmacia de toda la vida, que justamente está al lado de mi casa.Le contó que necesitaba de alguien que le ayudara en verano mientras sus dos chicas que tenía al cargo se iban de vacaciones, y pensó en mí.

Dicho y hecho.Era la oportunidad que estaba esperando:Un curro al lado de casa y con la confianza suficiente para empezar.

Esa tarde me puse de acuerdo con Mª Luisa, mi futura jefa, y al día siguiente comencé.

De esta forma, mientras que todos mis compañeros bachilleres se iban a vivir, según decían, el verano de sus vidas, ya sabéis, por aquello de que se tiene el alivio de haber terminado bachiller y además es el más largo porque se empieza en octubre en la uni, yo en cambio me enclaustré ne la botica de una farmacia a hacer oficina de farmacia.

En principio, yo me encargaba de los pedidos, recepción, colocación, y albaranes, así como stock.Cuando llegaban los repartidores con las cajas repletas de medicamentos, yo les tenía preparadas las cajas vacías del pedido del día anterior.Acto seguido cogía los medicamentos y los colocaba encima de una mesa agrupando los mismos.Después chequeaba que todo estuviera reflejado en el albaran y lo notificaba en la base de datos Farmatic Windows, tela con el nombre, y ya por últimos los colocaba en los cajones por orden alfabético.

Esto último era una proeza, porque todos los cajones eran exactamente iguales, y ninguno tenía una pestaña con la indicación de la letra por la que iba, así que había que aprendérselos de memoria, y eran por lo menos 50 cajones!! Después de un tiempo abriendo cajones, unas veces buscando la letra m y abría por la s, ó al revés, por fin le pille el tranquillo.

Otra de mis funciones era el sellado de recetas, algo más serio de lo que aparenta, porque estamos hablando de dinero, sobre todo las de los jubilados.Todas debían quedar bien selladas, con la fecha correspondiente, y con el nombre del paciente legible, porque si no, la devolvían, y aquella que se devolviera, se perdía el importe.Tacos y tacos pasaron por mi mesa en el tiempo que estuve trabajando, y yo me esmeraba por hacerlo lo más deprisa posible pero a la vez poniendo el mayor cuidado del mundo porque si devolvían alguna receta mía me daría un cargo de conciencia terrible.

El matasellos era de estos tochos, que cuando haces presión con la mano para que estampe la fecha suena toda la mesa, y claro, cuando me ponía a sellar recetas yo creo que se enteraban en todo el barrio.

Al final de la jornada, mientras Piedi, una de mis compañeras, que lleva toda la vida trabajando en esa farmacia, se encargaba de hacer el pedido para el día siguiente, yo me entretenía con las labores de limpieza.Comenzaba barriendo, y después fregando.Primero la zona interior y después la de fuera, abierta al público.Después de estar todo el día en la farmacia, la verdad es que cuando daban las ocho y media de la tarde, lo que uno quería era salir pitando de allí, por eso no esperaba a limpiar una vez echado el cierre, sino en el último cuarto de hora. Y claro, pasaba lo que pasaba:Tenía todo el suelo recién fregao como los chorros del oro, y de repente venía un tropel de gente y me pisaba el fregao, ¡¡dios, toda la tarde sin venir y ahora se pone de acuerdo todo el mundo para acudir a última hora!!

Casi siempre me tocaba a mí eso de la limpieza pero era natural, porque Piedi era la que sabía hacer los pedidos, entonces repartiéndonos el trabajo de esa forma ahorrabámos tiempo.

Pasé dos meses y pico en la farmacia, desde finales de julio hasta octubre, que fue cuando empecé mi carrera.

En agosto estuvimos Piedi y yo, mientras la jefa se tomaba las vacaciones.Y en septiembre, se fue Piedad.De esa forma yo servía de refuerzo para esos meses, que por cierto, hubo más actividad de la que yo creía, porque éramos de las pocas famacias abiertas en el barrio y los ancianos necesitan su medicación sea cual sea la época del año.

Aunque en princpio yo estaba para actuar detrás de la barrera, no pasó mucho tiempo para que me pusieran en el mostrador a despachar a la gente.Como n tenía formación médica, sólo me encargaba de las cosas sin importancia, pero como era el que colocaba los medicamentos, cuando venían con la recetas, yo mismo me bastaba para buscarlos, quitarles el precinto y guardar la receta.De esa forma, podía aliviar el trabajo a Piedad, que cuando estaba sola y había mucha gente, no daba a basto la pobre.De hecho hubo un día en que tuvimos una cola que salía casi de la farmacia.Ese día si no me pidió ayuda a grito de auxilio, le faltó poco.

He decir que al principio tenía un trauma con los precintos, porque no sabía si me iba a dar la maña para cortarlos rápidamente y esas cosas, pero comprobé enseguida que era la cosa más sencilla del mundo.Algunos salían sin necesidad del cutter siquiera.

Recuerdo las bolsacas de medicamentos que se llevaban los ancianos, dios mío, lo qye facturamos en apenas un mes fue algo escandaloso, lo que me hizo pensar que tal vez me había equivocado de carrera y tendría que haberme metido a farmaceútico, jeje, no, es broma.

Como la mayoría del público era gente mayor, se respiraba ek marujeo en el ambiente.Sobre tod las mujeres, llegaban y se ponían de charleta con Piedi si no había mucha gente, y por supuesto, a mí me tenían en palmitas, como era el único varón y además un chico joven, me llovían los piropos de una manera...

La verdad es que la relación con Piedi era estupenda, le cogí mucho cariño, y ella a mí, en el tiempo que estuvimos codo con codo.Hablábamos de muchas cosas, incluso de cosas importantes e íntimas de ella, y sobretodo bromeábamos.

Durante un breve espacio de tiempo también estuvo una chavala, Paula, que estaba haciendo las prácticas, y que se partía conmigo.También hicimos muy buenas migas, pero en agosto se fue porque finalizó su periodo en prácticas.

Con Maria Luisa las cosas estaba muy bien, pero era distinto, porque al ser la jefa, guardas un poco las distancias.Mientras que con Piedi si salíamos a las ocho y media en punto era un reto, con ella tenía que estar mas cauteloso, y aguantar unos minutos más.Pero es normal, no es lo mismo una jefa que una compañera.

Recuero que en una ocasión, estando Maria Luisa, me dijo que le diera con lejia al suelo, porque normalmente usaba el limpia-suelos normal.Bueno, pues os podéis creer que después de dos meses sin ningún percance, justo ese día que tenía lejía el agua, al terminar de fregar y con el cubo en la mano, me tropecé un poco con un cable y me cayó parte en la pernera del panatlón?
Vamos que... vaya casualidad!

Aparte de estas y otras anécdotas, la verdad me sentí muy bien con el curro.Noté como con el paso de las semanas se delegaba más responsabilidad en mí, de hecho me deajron al cargo de las decenas, contabilidad de los albaranes de diez días, y otras tareas que consideraban que iba más rápido yo con el ordena que ellas.Acabaron satisfechas conmigo, y al tiempo de dejarlo, les hice una visita y Piedi me dijo "bueno Alberto alégrate que no nos han devuelto ninguna receta!"

Eso fue lo más, porque me quedaba la constancia de que, al margen de los errores cometidos al principio, porque uno no nace enseñado, y tardando más ó menos, había realizado un buen trabajo, considerando que nunca había hecho algo así antes y que me tocó espabilarme rápido.

Era un buen comienzo para mi vida laboral.

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